Todo mar se da cita en Floripa,
ahora lo sé;
todo el que he visto pasar por costas y costas
y aquel que no vi ni veré jamás.
ahora lo sé;
todo el que he visto pasar por costas y costas
y aquel que no vi ni veré jamás.
Y va tanto el de la ola brava como
aquel de la salobre caricia, temerosa y frágil...
tanto el que exhibe desenfrenado su opalescente cifra,
como el que la cubre de comedida espuma.
Todo mar va a Floripa:
pasa y se queda;
se queda,
pasa.
Ella,
multiplicada de pies blancos
recibe y asila,
saluda y saluda:
tendida de morros,
hamacada de palmeras cansinas,
larga de mariscales imperecederos
(intercambiando chapaleos, maneras y colores).
Y entonces
zarpa con todo su mar a cuestas;
pasea cargada de bañeantes por los azules
haciendo magia de costas ignotas,
aprendiendo gestos de otras aguas para vestir sus noches,
atiborrando de agilidades la extensión.
atiborrando de agilidades la extensión.
Y atardece
a su modo,
atesorando soles en todas
las alcancía suyas.
a su modo,
atesorando soles en todas
las alcancía suyas.
Viaja Floripa de sal por cielos:
camina y camina estrellas,
de punta en mar...
(marzo de 2001)